Pasemos
a desenmascarar este mito, esta celebración de absoluta ficción que se celebra
en Barcelona, en torno a la estatua de Casanova, y de un grupo de personas que
ni saben lo que hacen ni lo que dicen ni lo que celebran.
Primero,
la guerra de Sucesión no fue “en defensa de las libertades catalanas”, sino que
fue en defensa de los derechos al trono de España, no de Aragón (y mucho menos
de Cataluña). Entre el pretendiente, el Archiduque Carlos de Austria, frente a
las pretensiones de Felipe de Borbón. Como es sabido, holandeses e ingleses
apoyaron a la casa de Austria, y Francia a los borbones.
Segundo,
en Barcelona se proclamó al Archiduque Carlos rey de España (no de Cataluña)
como “Carlos III”, siendo reconocido como tal en Barcelona y otras partes de
Aragón, además de en Toledo, Alcalá, Orihuela.
Tercero,
Cataluña no pudo perder su “autonomía política”, porque no la tenía. Fue
Barcelona, seguidora de la casa de los Austria, la que terminó capitulando tras
el asedio, y aceptando a Felipe V como rey de España.
Cuarto,
las Leyes de Nueva Planta no son “castellanas”, sino que más bien suponen la
eliminación regalista, tanto para Castilla como para Aragón, de las instancias
oligárquicas estamentales intermedias, entre súbditos y la Corona (los
Consejos, las Cortes...). Es decir, con las Leyes de Nueva Planta, son abolidas
las Cortes y Diputaciones, que habían sido el instrumento de la acción de
determinadas élites, sobre todo en Aragón, para mantener sus privilegios. La
única “autonomía” que se pretende abolir con la Nueva Planta es la libre
disposición del señor sobre su vasallo.
Resumiendo,
Barcelona (y no así, insistimos otras partes de Cataluña) no luchaba el 11 de
septiembre de 1714, por “la libertad de los catalanes” (menos por la libertad
de una nación inexistente), sino por la libertad de que el señor, una
oligarquía de señores barceloneses, pudiesen libremente disponer de sus
vasallos (entre otras cosas decidiendo sobre su vida y su muerte), sin que el
rey pudiese intervenir. El famoso bando de Casanova es, sobre todo, una
proclama antifrancesa y en ella se pide a
los españoles (no solo a los catalanes). Citamos textualmente: “Derramar
gloriosamente su sangre y vida por su rey, por su honor, por la patria y por la
libertad de toda España”.
La Profesora